El color en la impresión bajo demanda

El color en la impresión bajo demanda

Uno de los principales caballos de batalla de la impresión bajo demanda es reproducir fielmente el color que exige el cliente.

Lo más tranquilo para el impresor sería advertir  que su trabajo se limitará solo a imprimir el fichero que se le envía, y si al cliente le da igual azul que morado, no hay mayores complicaciones, pero no siempre es así. ¿De quién es la culpa entonces…?

De momento no busquemos al culpable, sino tratemos de comprender o de solucionar el problema:

Es cierto que el impresor cuenta con herramientas a su alcance para conseguir un color, pero herramientas limitadas. En cualquier caso, cuanto menos, el impresor debe dar soporte, ofrecer ayuda, debe asesorar y advertir al cliente.

Simplificando, podemos decir que la cantidad de colores que percibe el ojo humano es infinitamente superior a los colores que siempre podremos reproducir. Debemos partir de aquí.

Incluso los colores que vemos por la pantalla del ordenador, compuestos como la mayoría sabemos por tres haces de luz (RGB: rojo, verde y azul), superan bastante a los colores que podemos conseguir mediante la combinación de cuatro tintas (CMYK: cian, magenta, amarillo y negro). Qué significa esto último: que hay colores (el naranja, por ejemplo), que vemos en la pantalla del ordenador, que nunca podremos conseguir imprimir mediante la combinación de tintas CMYK. Y digo nunca ya que no es algo que dependa del desarrollo tecnológico de las máquinas, sino que es un problema esencialmente óptico y físico.

Dónde surge realmente y dónde se puede evitar el problema (que no el culpable…), en el momento en el que generamos el fichero que vamos a enviar a imprenta.

La manera más certera de conseguir un color, es que hables con tu impresor y le preguntes cómo debes enviarle el fichero o aplicar determinado color. La mayoría de los impresores te aconsejará cómo aplicar el color, cómo configurar los programas en los que estás trabajando  y lo hará también en función del material donde vaya a imprimir, ya que el color depende, en otros muchos factores, del papel donde se imprimirá (no vas a conseguir el mismo rojo sobre un estucado que sobre un papel offset, por ejemplo).

Un impresor trabaja con unos perfiles de color (independientemente de que el fichero venga en RGB o en CMYK), y tiene sus máquinas calibradas en función de unos estándares y de unos parámetros internacionales. Incluso si el color ha sido correctamente gestionado desde origen, desde el programa donde se ha trabajado, en teoría (matizo “en teoría”, ya que depende del tono utilizado del color en cuestión), aunque el fichero venga en modo RGB, no debería existir dificultad para imprimir correctamente en modo CMYK.

Y así como cada maestro tiene su librillo, cada impresor tiene sus propios procesos internos para gestionar y conseguir el color, que se diferencian de todas las demás imprentas, por lo que mientras más al pie de la letra sigamos sus instrucciones, más fielmente nos reproducirá el color que queremos conseguir.

Si hay alguna clave, es esta, no otra. De nada vale culpar al diseñador, o al fichero o a las máquinas. En el mundo de la impresión bajo demanda, la comunicación entre el cliente y la imprenta es la verdadera clave para reproducir un color lo más exacto posible.